Todos los días me levanto y llevo a cuestas el historial de acontecimientos importantes, fechas para recordar, teléfonos, direcciones, correos electrónicos, apodos, libros, películas, personas, paginas web, amores, colores, short cuts de los programas, pendientes, la cara de mi madre, cumpleaños, nombres de políticos, nombres de países, sólo de algunas capitales, nombres de calles, reglas de tránsito, denominación monetaria, marcas de autos, marcas de refrescos, fechas de caducidad, recetas de cocina y un sinnúmero extra de información a veces no tan útil.
Ya tengo todo eso en mente todos los días. No necesito más.
Toda esa información hace que se me salgan por los agujeros de cuerpo los “te quieros”. Me brotan constantemente y a mi misma me sorprende. Todos los días, a medio día, descubro que mi cuerpo está bañado de un líquido dulzón y pegajoso, presumiblemente miel.
Después estás tú y te embadurno y, como efecto secundario, nos quedamos pegadas por las costillas y los pechos…
Es ahí, en ese momento exacto, que tengo tiempo para pensar, y sucede lo mágico: no soy capaz de pensar en nada. EN NADA. Borras de mi mente el historial acumulado y, a empujones, me orillas a la paz.
Ya tengo todo eso en mente todos los días. No necesito más.
Toda esa información hace que se me salgan por los agujeros de cuerpo los “te quieros”. Me brotan constantemente y a mi misma me sorprende. Todos los días, a medio día, descubro que mi cuerpo está bañado de un líquido dulzón y pegajoso, presumiblemente miel.
Después estás tú y te embadurno y, como efecto secundario, nos quedamos pegadas por las costillas y los pechos…
Es ahí, en ese momento exacto, que tengo tiempo para pensar, y sucede lo mágico: no soy capaz de pensar en nada. EN NADA. Borras de mi mente el historial acumulado y, a empujones, me orillas a la paz.
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